OSCAR VIGIL / TORONTO /
El cielo estaba completamente nublado y los encargados de pronosticar el clima no auguraban nada bueno durante todo el día. El calor y la humedad se sentía hasta en los huesos. Sin embargo, todo eso no impidió que, a las 11:00 en punto de la mañana, los invitados comenzaran a llegar.
Lo primero que se veía al entrar al Dufferin Grove Park, ubicado frente al Dufferin Mall en la zona de las calles Dufferin y Bloor, eran las fotografías ampliadas de los 43 estudiantes desaparecidos en el poblado de Ayotzinapa, en México.
Esos rostros, mas allá de las estadísticas, víctimas de la violencia, constituyeron el telón de fondo de una ceremonia que pretendía precisamente hacer un llamado en contra de la violencia contra las mujeres tanto en Canadá como en el resto de países del continente.
Fue una ceremonia Maya que marcó una campaña en contra de los feminicidios, impulsada por las organizaciones indígenas latinoamericanas Waxaq’ib Q’ojoom y Jun Q’anil, y que dio inicio precisamente en el Día de la Mujer y de las Comadronas, de acuerdo al calendario Sagrado Maya Cholq’ij, y que es conocido como el día Yaxk’in, Belejeb B’atz 5,130.
Cuando los invitados iban llegando, los organizadores comenzaron a hacer el glifo del día, que es la figura que representa ese día, el 9 B’atz, que es el día de las comadronas, con el cual se celebra el día de la mujer y de las comadronas.
El calendario Maya tiene 20 glifos, que son 20 días, 20 energías, y el glifo de ese día lo dibujaron con azúcar, sobre el cual fueron colocando las ofrendas: pétalos de flores de distintos colores que representan los cuatro puntos cardinales. El norte representa el frio, la nieve, el maíz blanco; El sur es el color rojo, que representa el calor, la luz, la sangre; Hacia la salida del sol, hacia el este, se colocó el color amarillo, que representa el sol; y hacia el poniente, que es la puesta del sol, se puso el color negro, que representa la oscuridad, el descanso. “Todo necesita un descanso, la muerte es un descanso”, explicó Juan Bartolo Fratti, uno de los organizadores.
Se ofrendaron también chocolates, maderas y resinas, porque “al creador hay que ofrendarle cosas dulces, como una forma de representar el agradecimiento por los cuatro elementos, que son la tierra que nos da los alimentos, el fuego que nos permite cocinar, el agua que sirve para la siembra y el viento que es parte de la vida”, agregó. También se colocaron semillas de pino, algo muy autóctono de estas tierras.
A continuación, el fuego sagrado fue preparado con velas que representaron los mismos cuatro colores, pero le agregaron también velas color verde, que representa lo terrenal, la existencia y también prosperidad en la vida.
Una vez la gente estuvo aglomerada alrededor de la fogata, Nana Maria encendió el fuego y comenzó la ceremonia con una invocación hacia los cuatro puntos cardinales. Sonó el caracol hacia el este pidiéndole permiso a los guardianes del este, luego sonó hacia el oeste para pedirle permiso a los guardianes del oeste, a continuación, a los guardianes del norte y luego a los del sur, porque “hay que pedirles los permisos a los ancestros, a los guardianes de los sitios arqueológicos, para empezar el conteo de los días”, dijo Fratti.
Frente al fogón yacía el altar a la abuela Ixmucane, patrona de las comadronas, que representa a la luna derramando el agua sobre la tierra.
El fuego creció y dio más calor al día, momento en que los organizadores colocaron diversos granos y entregaron semillas de ajonjolí a los presentes para que las ofrendaran al creador. “Porque según el Popol Vuh, el libro sagrado de los Mayas, fueron los pájaros los que le enseñaron al hombre dónde estaban los alimentos, el maíz, y ahora hay que ofrendarle el ajonjolí al fuego”, dijo Fratti.
En esta ocasión se ofrendan bastantes velas blancas porque estas representan a los muertos, y concretamente a las mujeres que han muerto víctimas de la violencia tanto en Canadá como en América Latina.
Hubo sonido de tambores, danzas aztecas y cánticos de miembros de las primeras naciones canadienses, toda una ceremonia que en esta ocasión combinó lo religioso con lo político.
“Lo que queremos es demostrar que hay un problema grave con el asesinato y desaparición de mujeres, e incluimos a los 43 jóvenes asesinados en Ayotzinapa, México, que fueron secuestrados, eso a nivel político. Y a nivel espiritual, dentro de la cosmovisión que manejamos, la intención es comunicarnos con ellos a través del fuego y a través de todas estas energías que están en algún lugar, porque cuando una persona muere no le da tiempo a resolver sus problemas para irse en paz, y en estos casos sabemos que al morir en sufrimiento no dejan que la familia este tranquila tampoco”, explicó Nana Maria.
“La intención es decirles que estamos aquí, que reciban esta ofrenda, que nosotros vamos a seguir luchando porque se aclare todo lo que pasó”, apuntó.