FRANCISCO REYES / TORONTO /
A pocas semanas de la celebración en octubre del “Mes de la Herencia Hispana”, hemos visto el programa que será desarrollado en esta fiesta multinacional oficializada por el gobierno provincial de Ontario.
No objetamos ninguna de las actividades, puesto que las mismas persiguen objetivos comunes que pueden contribuir para que haya una mayor integración de las comunidades hispanoamericanas de la región, para mostrar las diferentes manifestaciones de nuestras artes y la diversidad de nuestras culturas hispanas, tanto al interior de nuestras comunidades como a la sociedad canadiense en general.
En última instancia, los objetivos que se ha trazado la institución organizadora, el Consejo Canadiense para la Herencia Hispana (CCHH) persiguen no sólo una mayor inserción en la sociedad canadiense, sino también un espacio político, cultural y económico en la vida de la nación.
Lo que nos extraña dentro del programa es que, teniendo en común una misma lengua como elemento aglutinador de las comunidades hispanas, no se haya incluido un simposio, debate, conferencia o diálogo sobre el idioma, acompañado por un recital poético, como máxima expresión de la Belleza lograda a través de la palabra.
Es el idioma lo que nos aúna y nos identifica como miembros de una comunidad global (hispanoamericana), cuyas raíces provienen de épocas más anteriores a la colonización española en América.
Este diálogo sobre el idioma nos permitiría enfocar aspectos esenciales de nuestra lengua que atañen por igual a todos los hispanos residentes en Canadá, como son la búsqueda de un vocabulario común que nos permita, dentro de la diversidad lexicográfica, entendernos en los mismos términos.
Que, por ejemplo, para evitar confusión, cuando un dominicano diga “Estoy preparando un chambre”, ningún salvadoreño entienda que se trata de un chisme, sino de un plato típico elaborado con frijoles, arroz y distintas carnes, en forma de sopa.
Muchas veces, por la falta de un léxico común claro que sirva de base en la comunicación entre hispanos de varios países, se arman discusiones innecesarias debido a la interpretación que cada uno da al término empleado en la comunicación, ofensivo para unos, y de uso normal para otros.
Este diálogo sobre el idioma nos permitiría, al mismo tiempo, saber cuál es el lugar que ocupa nuestra lengua en el mosaico lingüístico de Canadá.
Por ejemplo, qué importancia se le da oficialmente a nuestro idioma a nivel de instituciones públicas y privadas, a nivel de enseñanza en universidades, colegios y escuelas secundarias.
A su vez, nos permitiría hacer un inventario sobre libros, revistas y otras publicaciones en nuestro idioma que circulan en los ramales de la Biblioteca Pública de Toronto y otras bibliotecas municipales de la provincia donde hay asentamientos de hispanos.
Además, cuál es la extensión de la bibliografía de autores hispanos en Canadá, así como la frecuencia con que éstos publican sus libros. Nos permitiría enterarnos de la cantidad de revistas hispanas que circulan en nuestro medio, en formato de papel o en versión digital, a las que muchos no tenemos acceso por desconocer su existencia.
El diálogo sobre el idioma en la celebración del “Mes de la Herencia Hispana” también tendría como objetivo la preocupación por el futuro de nuestro idioma en esta sociedad anglófona, que puede absolverlo y aniquilarlo, dada la tendencia de las jóvenes generaciones de hispanos en Canadá, sea porque llegaron pequeños o porque nacieron acá, de acomodarse al idioma del medio en que tienen una mayor interacción (en este caso, el inglés).
Más aun, qué esfuerzos hacen las familias hispanas en este medio para preservar nuestro idioma en el seno del hogar, y si hay entre ellas una conciencia clara del peligro que representa la pérdida del mismo, al permitir que sus hijos hablen solamente el inglés, hasta por los poros.
Otros aspectos que se nos escapan en este limitado espacio pueden ser añadidos a la reflexión, en el marco de las celebraciones indicadas, en la medida en que muchas personas lean esta columna. De modo que no encontramos ninguna razón para no incluir este diálogo.
Si la reflexión sobre el idioma ha sido deliberadamente excluida, habría que pensar seriamente que se está dando poca importancia, a nivel institucional, a la preservación de nuestra lengua, que es el elemento de mayor integración de las comunidades hispanas.
Decimos esto porque en el programa se ha dado más importancia a una exposición colectiva de pintura que no a un recital poético. Claro, que el recital no genera divisas, como los cuadros de los pintores hispanoamericanos. En este caso la celebración es mercurial, no cultural.
El lenguaje de la pintura es visual. El de la música es auditivo. Sólo el de la poesía es oral y el que utiliza las palabras del idioma para mostrar la belleza. En ese sentido es la poesía y no la pintura la difusora de la lengua nuestra, a la que no se le rendirá ningún homenaje oficial en dicha celebración. Las demás artes utilizarán su propio lenguaje sin que medie la palabra.
Si la omisión ha sido por olvido, hay tiempo para hacer enmiendas e incluir una conferencia sobre el idioma, acompañada por una peña literaria y musical, que bien podría ser coordinada por la Dominican Canadian Pro Culture.
Francisco Reyes puede ser contactado en reyesobrador@hotmail.com