No debemos permitir que nadie abuse de nosotros ni de los demás

ISABEL CÁRDENAS / TORONTO /
La semana pasada viví una experiencia muy triste al ver cómo un conductor de la TTC maltrataba a una señora de 88 años de edad por el hecho de no tener los dos dólares que cuesta el boleto del transporte colectivo.

La señora se puso muy mal durante el incidente, yo estaba observando hasta dónde iba a llegar el conductor con su maltrato, cuando de repente vi que abrió la puerta y le dijo que se bajara. Fue entonces que me paré y le pregunté que qué era lo que le quería decir, porque la señora no hablaba inglés sino que portugués.

Yo le empecé a explicar al motorista, pero él me contestó de una forma muy sarcástica, realmente tonta, y entonces le dije que yo iba a pagar el pasaje de la señora. En ese momento otro señor dijo también que él lo iba a pagar, pero le dije al motorista que realmente no estaba bien lo que había hecho, porque dos dólares más o dos dólares menos no iban a hacer ni más rica ni más pobre a la TTC. Le dije también que debería tener más respetó con una persona de la tercera edad y que iba a reportarlo en la TTC.

Pero en ese momento el motorista se hizo el ofendido y dijo que todos nos bajáramos, que el bus no iba a continuar con su recorrido, y supuestamente llamó a su supervisor seguramente contándole a su manera lo que había sucedido.

Cuando eso sucedió, hablé entonces con el resto de pasajeros que iban en el bus y les dije que no se bajaran, que el conductor acababa de cometer un atropello en contra de la señora y en contra de todos nosotros. Les dije que yo me iba a quedar en el bus con la señora hasta que llegara el supervisor y que le iba a explicar lo que realmente había sucedido.

Le dije al motorista que yo era una trabajadora social y que sabía cuáles eran sus derechos, los derechos de los seniors y los míos. Así es que ahí me quedé, junto a varias personas más que presenciaron la situación y decidieron quedarse también conmigo y con la señora maltratada.

Momentos después llegó el supervisor de la TTC, la policía y una ambulancia porque la señora se sentía mal. Gracias a Dios todo terminó de una forma positiva, pero ese conductor se metió en un problema grande por haber maltratado a una señora de la tercera edad.

El supervisor me dio las gracias y me dijo que fui muy valiente al haber hecho lo que hice, pero la realidad es que esa es la única forma en que podemos ayudar a que este tipo de abusos por parte de los conductores no se sigan cometiendo.

Cuando el inspector de la TTC nos hacía subir a otro bus, porque habíamos paralizado el tráfico, me quedé última al subir y le dije que quería decirle unas palabras, que por favor no despidieran al chofer que había maltratado a la señora, que sólo le dieran una sanción, que ese chofer era también un trabajador que de seguro tenía una familia a quien mantener.

Le expliqué que mis acciones las hice sin intención de hacer daño a nadie, sino que únicamente para hacer conciencia de que hay que respetar los derechos de todas las personas. Le dije que creía que con esa experiencia el chofer había aprendido la lección.
El inspector me miró, me dio una sonrisa y me dijo: ”Usted es una buena persona, que Dios la bendiga”.

Después de que ya pasó todo, me cercioré de que la señora llegara sana y salva a su destino. Gracias a Dios iba también en el bus una señora portuguesa que se bajaba en el mismo sitio en que se iba a bajar la señora y la pudo acompañar hasta su destino.

Realmente me dio mucha tristeza verla como estaba, con su carita pálida y temblando de la angustia. Se me cayeron las lágrimas, le di un fuerte abrazo y un beso, y le dije que se calmara, que todo estaba bien, que no era su culpa, que todo se iba a solucionar.

Al bajarse, la señora me dio las gracias, me dio un beso en la mejilla y me dijo que iba a rezar por mí, lo cual es el mayor de los pagos que uno puede recibir.

*Isabel Cárdenas es una conocida dirigente comunitaria, trabajadora social y cantante de nuestra comunidad.