Costa Rica: Democracia en decadencia

POR GUILLERMO FERNÁNDEZ AMPIÉ* / TORONTO /

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales realizada el pasado 3 de abril en Costa Rica puso nuevamente de manifiesto un hecho cada vez más innegable: la democracia costarricense se encuentra ahora en franca decadencia, después que en los últimos veinte años venía acusando un agudo declive. Ahora la situación se ha agudizado de manera preocupante.

Se ha puesto en entredicho la imperante construcción imaginaria de Costa Rica como la democracia ejemplar, la de mayor tradición y consistencia en el continente. Esta construcción, si bien contaba con buenos fundamentos, también tenía enormes deficiencias, tal como lo registró de forma literaria Carlos Luis Fallas, escritor y activista político, en una novela que ahora es indispensable para conocer la historia y la narrativa costarricense de primera mitad del siglo XX: Mamita Yunai.  Pero en su obra Fallas relató lo que ocurría en las zonas del interior costarricense, particularmente en la región del Caribe, lejos de la meseta central, donde se localizan las principales ciudades del país.

Actualmente el deterioro es generalizado y se manifiesta en todo el país. Uno de los síntomas lo representaban las dos opciones entre las cuales los y las costarricenses debían escoger a su próximo gobernante, uno de ellos acusado de corrupción, y el otro, de acoso sexual.

El candidato José María Figueres Olsen, expresidente e hijo del también expresidente del mismo nombre, fue señalado en 2004 de haber recibido US$900 mil de la empresa francesa Alcatel, en un aparente caso de soborno. El exmandatario rechazó las acusaciones argumentando que el dinero lo recibió en concepto de asesoría brindada a la empresa para promover nuevas tecnologías de telecomunicaciones. Finalmente se libró de enfrentar juicio porque la Fiscalía desestimó las acusaciones al no obtener pruebas que confirmaran el delito que habría cometido el exgobernante; a la vez que varios especialistas argumentaban que, en todo caso, el delito ya habría prescrito.

El otro contendiente era Rodrigo Chaves, un economista y exfuncionario del Banco Mundial que renunció a esa institución financiera internacional tras haber sido sancionado debido a las acusaciones realizadas por algunas de sus compañeras de trabajo, de acosarlas sexualmente. En la sanción emitida por el organismo se le señaló de realizar “insinuaciones sexuales” y practicar “un comportamiento inapropiado” frente a las colegas mujeres. El candidato, ahora electo presidente, restó importancia a los señalamientos expresando que todo se trató de simples “bromas”, un comportamiento que atribuyó a que “así somos los ticos”.

Igual de grave y preocupante es un tercer síntoma: el alto índice de abstencionismo de los electores. Es preocupante porque las y los costarricenses siempre han tenido en alta estima sus derechos y deberes ciudadanos al elegir a sus autoridades, tal como lo testimonió en los años sesenta otro gran escritor, el colombiano Manuel Zapata Olivella.

Las autoridades electorales aún no informan de la cifra exacta del abstencionismo, más allá de que sobrepasó el 40%. Según los datos preliminares, Chaves habría recibido el 52.8% de los votos emitidos (991,955), frente al 47.2% (889,029) que obtuvo Figueres Olsen, su contrincante.  Esto significa que en realidad al nuevo mandatario costarricense sólo lo habría elegido el 28% de los votantes inscritos en el padrón electoral, que suma 3.5 millones de electores.

Este último porcentaje es muy significativo, y sólo podría compararse al 38% de los votos que le permitieron a Daniel Ortega regresar a la presidencia de Nicaragua en 2007. Para ser precisos, debe señalarse que Chaves recibió diez puntos menos que el persistente comandante sandinista.

Y a propósito, con la victoria electoral de Chaves, Costa Rica se convertirá en el segundo país centroamericano gobernado por un político señalado de practicar este tipo de violencia contra las mujeres, aunque el costarricense no ha enfrentado acusaciones de violación sexual como su homólogo y vecino.  No obstante, su elección es también síntoma de lo muy mal que están las sociedades centroamericanas en este tema, y no ha sentado nada bien a muchas mujeres costarricenses, en especial a quienes están vinculadas con movimientos feministas. Al igual que en el caso de Ortega, las acusaciones de abusos sexual no hicieron ningún daño a la candidatura del ahora presidente electo. Por esto mismo, ha preocupado mucho a las feministas el mensaje se está enviando a las niñas y los niños costarricenses con la elección de Chaves, por encima de los señalamientos que enfrentaba.

De hecho, esos dos políticos no son los únicos en enfrentar acusaciones de ese tipo. No está de más recordar que Oscar Arias, expresidente y Nobel de la Paz, también fue acusado de acoso sexual y abusos deshonestos por varias ciudadanas de su país.  Pero, al igual que antes Ortega y ahora Chaves, Arias también “se fue de rositas” (como acostumbran a decir los españoles), pues escapó de ser enjuiciado después que dos de las acusadoras retiraron sus denuncias, sin que se supieran la razón que las hizo tomar esta decisión. En todo caso, Arias también demostró la verdad cantada por Martín Fierro: La ley es tela de araña que rompe el bicho grande y que sólo atrapa a los chicos. Y este no es un buen síntoma en una democracia que se precia de ser de las mejores.

*Guillermo Fernández Ampié es un periodista nicaragüense con doctorado en Estudios Latinoamericanos, quien actualmente es catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).