Por Vilma Filici
filici@filici.com
TORONTO. La semana pasada, una pareja vino a mi oficina; llevan un año en Canadá y no tienen estatus. Llegaron como visitantes, se quedaron más allá del término permitido para su estadía, comenzaron a trabajar sin estar autorizados para ello y buscaban una alternativa para quedarse legalmente en Canada. Querían saber cuáles eran sus opciones. Vale destacar que estaban trabajando con un empleador que desconocía su situación migratoria.
Después de escuchar su historia, les hice todas las preguntas necesarias para determinar si existía algún camino para restaurar su estatus, obtener un permiso de trabajo o, eventualmente, evaluar la posibilidad de obtener la residencia en Canadá. Tras esta evaluación, comprendí que no había una solución inmediata. Les propuse varias alternativas que implicaban ciertos sacrificios, pero ellos se mostraron reticentes a mis sugerencias. Les expliqué que probablemente tendrían que regresar a su país y, en ese caso, podrían obtener un permiso de trabajo si su empleador estaba dispuesto a contratarlos formalmente, lo cual les permitiría regresar a Canadá con un estatus legal y trabajar de manera formal. A partir de ahí, podríamos iniciar un proceso hacia la residencia permanente. Sin embargo, ante cada una de mis recomendaciones, su respuesta fue negativa.
En resumen, los clientes se molestaron conmigo porque no pude ofrecerles una solución que se ajustara a sus deseos; incluso mostraron su decepción al considerar que, al pagar la consulta, esto les garantizaba una solución a sus problemas. Sin embargo, es importante entender que lo que están pagando es por un asesoramiento basado en mi conocimiento y experiencia, el cual puede ofrecerles un camino a seguir o, lamentablemente, una respuesta en la que, en este momento, no existe una solución viable o se requiere un proceso más largo y sacrificado.
No es la primera vez que me encuentro con un cliente así. Vienen, no están dispuestos a hacer lo necesario para regularizar su situación o cambiar su realidad, pero esperan que les dé una solución inmediata, y eso puede ser frustrante. Cada vez que recibo a un cliente, trato de darle el mejor consejo posible. Reviso su elegibilidad para cualquier programa disponible y, si no tengo una respuesta, me siento con ellos a investigar o les pido que vuelvan para hacer una revisión más exhaustiva.
Quisiera tener una respuesta para cada persona que viene a mi oficina en busca de una solución a su situación, pero es importante recordar que somos asesores legales en asuntos de inmigración. Por mucho que queramos ayudar a todos, solo podemos proporcionar asesoramiento y encontrar caminos que se ajusten a la ley. Siempre hago mi mayor esfuerzo, pero para ser justa con mis clientes y conmigo misma, no puedo construir una realidad fuera del marco legal; no puedo hacer promesas si no es posible brindar ayuda. Hacerlo de otra manera no solo sería mentir a una persona, sino también jugar con sus sueños y metas mientras se toma su dinero.
Por muy frustrante que sea, no haré una promesa a una persona sin tener la certeza de que es posible cumplirla. De esta manera, no solo me aseguro de ofrecer un servicio ético y transparente, sino también de proteger la confianza que los clientes depositan en mí. Al actuar con integridad, evito alimentar falsas esperanzas y contribuyo a que cada persona tome decisiones informadas sobre su situación migratoria, incluso si esas decisiones no siempre son las que ellos desean escuchar. Mi compromiso es brindarles un asesoramiento honesto y realista, porque solo así puedo ayudar de verdad a quienes buscan un nuevo comienzo en Canadá, sin comprometer mis principios ni sus ilusiones.
De la misma manera en que he conocido personas que llegan a mi oficina como la que acabo de mencionar, también he conocido personas que llegan después de haber invertido tiempo y recursos en planes migratorios que no se ajustaban a ellos o que eran irreales. Vienen después de haber seguido un mal consejo y se encuentran en una situación que, a veces, resulta muy difícil de revertir. Llegan ya descorazonados y con un mayor nivel de desconfianza, pues ya han sido engañados con anterioridad. Esto es precisamente lo que no me permito y que evito a toda costa.
Es fundamental entender que, además de nuestra integridad personal, nos regimos por una ley y un estricto código de conducta profesional. La Ley del Colegio de Consultores de Inmigración y Ciudadanía de Canadá (CICC) regula la conducta ética de los Consultores de Inmigración Regulados en Canadá (RCIC) y establece normas específicas para asegurar un servicio ético y transparente hacia los clientes. Entre los principios clave de este código se encuentran la honestidad, la transparencia, el velar siempre por los intereses del cliente y la responsabilidad profesional.
De acuerdo con el Código de Conducta Profesional, los consultores tenemos la obligación de brindar asesoramiento con integridad, proporcionando información precisa sin hacer promesas irrealizables ni alimentar expectativas que no se pueden cumplir dentro del marco legal canadiense. El CICC exige que sigamos estos principios para proteger la confianza del cliente, asegurando que cada persona reciba un asesoramiento basado en la realidad legal de su situación migratoria en Canadá. Este enfoque no solo protege los intereses del cliente, sino también salvaguarda la integridad de los procesos de inmigración en el país.
Resumiendo, lamento mucho que los clientes de la semana pasada se hayan retirado enojados, y lamento igualmente los casos similares ocurridos anteriormente. Pero lo que me da tranquilidad es saber que mi consejo se ajustaba a su realidad y que, aunque no pude solucionar su problema, cada persona que sale de mi oficina recibe un consejo legítimo y alineado con sus mejores intereses según mi conocimiento.
En otras palabras, cuando se encuentren en busca de asesoría migratoria, por favor, escuchen atentamente lo que el asesor legal que se encuentra delante de ustedes desea transmitir, analicen la información que se les brinda y, de ser necesario, verifíquenla. Entiendan y aprecien cuando un consultor o abogado les brinda respuestas que tal vez no se alinean a sus deseos, pero que probablemente estén en total concordancia con sus intereses. La sinceridad y transparencia en el consejo profesional no siempre ofrecen la solución esperada, pero sí garantizan un camino seguro, realista y ajustado a las posibilidades que ofrece la ley. Esto es fundamental para tomar decisiones informadas y evitar futuros contratiempos.
No siempre tenemos una solución inmediata para ofrecer; muchas veces los caminos son largos y requieren sacrificio. Sin embargo, al seguir el consejo indicado, lo más probable es que obtengan un resultado más satisfactorio. No siempre la vía más fácil es la más segura y, aunque a veces la solución está a la vuelta de la esquina, en otras ocasiones se requiere de mucho tiempo y esfuerzo.
Recuerden que, si desde el inicio de su camino, ya sea al llegar o planificando con anticipación su arribo a Canadá, buscan asesoría adecuada, siguen los pasos indicados y se adhieren al proceso correctamente, es probable que logren avanzar sin mayores obstáculos y alcanzar el resultado deseado más rápido de lo esperado. A veces, la mejor solución es comenzar desde el principio, construyendo sobre bases sólidas y guiándose con las orientaciones adecuadas. Para muchos de nosotros en esta profesión, la mayor satisfacción es ver a un cliente crecer, cumplir su sueño de obtener la residencia permanente en Canadá y saber que, desde el inicio, confió en nuestro consejo y permitió que lo acompañáramos en cada paso del camino.
Para finalizar, a todos mis lectores que están en su camino hacia la residencia en Canadá, les deseo la mejor de las suertes. Que este proceso esté lleno de claridad, paciencia y perseverancia, y que cada paso los acerque a cumplir su sueño en esta tierra de oportunidades.