FRANCISCO REYES / TORONTO /
Si hay actualmente en los escenarios teatrales de esta ciudad una obra merecedora de los elogios de la Crítica Literaria y del arte dramático en general, sin lugar a dudas que es “El Hotel de los Refugiados”.
La noche del pasado sábado, fuera de los escenarios dramáticos convencionales, como parte de la “Campaña por el Salario Mínimo y Justicia Social” en favor de la clase obrera canadiense y de los trabajadores inmigrantes en particular, se presentó en Casa Maíz esta obra teatral, más narrada y hablada que representada, que arranca a los espectadores el poder de atención necesaria en el teatro.
Muy pocas veces, en nuestra misión periodística, nos ha tocado ser sumergidos en la contemplación estética de una obra que habla por sí sola de la excelencia de su contenido.
Allá donde lo obsceno tiene apariencia de vulgaridad, las expresiones “populachera” de la lengua chilena se eleva por encima del “garabato” para convertirse en autentica obra artística, obviamente, no apta para “conchijuntos” o prejuiciados con el sostenimiento de ciertos patrones morales en la expresión lingüística.
Más allá de la obra en sí misma, se suscitan en “El Hotel de los Refugiados” las eternas interrogantes que vienen de los inicios del teatro clásico griego, si el lenguaje del arte, en este caso, escénico, debe cumplir necesariamente con una función moralizadora.
Pero la finalidad de esta obra no es el apego o defensa de la moral social establecida, sino presentarnos la cruda realidad que los refugiados chilenos tuvieron que afrontar sorpresivamente fuera de su país, en una cultura lingüística distinta, tras el “Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973”.
Si bien es cierto que en “El Hotel de los Refugiados” aparece el tema de un discurso político ya agotado y en cierto sentido desfasado de la realidad actual, como es el asunto de la “lucha revolucionaria” en américa Latina, desde la perspectiva marxista de los años de 1960 y 1970, consciente o no de su incorporación en la obra, no menos cierto es que el problema de los refugiados no se agota a lo largo de la escenificación.
Por el contrario, se hace permanentemente actualizado, porque las tragedias de los chilenos, a raíz del golpe, son las mismas que hoy viven, fuera del contexto latinoamericano, los refugiados sirios abandonados en los hoteles que ocupan en Toronto y otras ciudades de Canadá.
El exilio siempre será, desde esa perspectiva de “El Hotel de los Refugiados”, un camino a recorrer en la incertidumbre, desesperación y la desesperanza, la auto negación o reafirmación del ser humano en sí mismo y en relación con las dificultades y contradicciones de otros que, como uno mismo, tendrán que afrontar las mismas vicisitudes, de las que no hay escapatoria en la lucha por la supervivencia provocada por acontecimientos políticos inesperados, en un escenario real de muerte y de opresión político-militar.
Los traumas que causa el exilio se presentan en “EL Hotel de los Refugiados” en la misma lengua que los actores reales del “Gran Teatro Universal” de esa tragedia colectiva que trajo como consecuencia el golpe de Estado.
Quienes se empeñen ver con el lente de la moralidad el lenguaje de esta obra que trasciende lo cotidiano, no queda más que decirles: “Lo sentimos. En ‘El Hotel de los Refugiados’ no hay cabida para complacer a la Ética”.
Pero sí para complacer a “Workers Action Centre” en su campaña “Fight for $15 and Fairness”, para mejorar las condiciones de los trabajadores de Canadá, que ha coincidido con la revisión que el gobierno de Ontario está haciendo a las leyes laborales en esta provincia.
A ella se han unido organizaciones tales como Ontario Federation Labour, el Sindicato SEUI, agrupaciones estudiantiles y trabajadores del sector salud, entre otros.
En lo que respecta a los trabajadores hispanos en Canadá, esta lucha por el salario mínimo de $15 dólares la hora, ha sido extendida con la formación en marzo del 2016 de la Coalición “Abya Yala”, fundada por las luchadoras de los Derechos Humanos Eréndira Achati y Verónica Bravo, quienes la definen como “un espacio para cualquier persona que se identifique como ‘latinoamericana’, dentro de un proyecto de lucha laboral al que se han unido líderes de las comunidades hispanas de Toronto, centros comunitarios y personas independientes, en favor de las clases trabajadoras hispanas en este país.
El arte, destacando el exilio, y la lucha por un sueldo mínimo que eleve las condiciones económicas y la dignidad de los obreros, así como el mejoramiento de las condiciones laborales, se hermanaron en “El Hotel de los Refugiados”.