FRANCISCO REYES / TORONTO /
Con una misa celebrada por el sacerdote jesuita Robert Foliot en Casa Maíz, decenas de personas rindieron homenaje a los mártires religiosos Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno y Amando López, así como a las empleadas Elba y Celina Ramos, abatidos bajo las ráfagas de las ametralladoras el 16 de noviembre de 1989.
La lluvia del sábado pasado no fue obstáculo para recordar el asesinato de los sacerdotes jesuitas y las dos mujeres que trabajaban con ellos en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) de El Salvador.
El memorial se inició con una procesión interna en la que varios asistentes portaban velas encendidas y los nombres de las víctimas, pronunciados antes de ser colocados sobre la mesa que sirvió de altar a la celebración litúrgica en el anochecer lluvioso.
En la conmemoración del 28vo aniversario de esta tragedia que afectó a América Latina y otras regiones del mundo, la Asociación Salvadoreña Canadiense (ASALCA), organizadora del acto eucarístico, destacó la labor realizada por estos y otros mártires de la guerra que dividió y desangró a la nación centroamericana.
Rodolfo Molina, miembro de la mencionada asociación, hizo un recuento histórico de los motivos que llevaron al cadalso al padre Ignacio Ellacuría y a sus compañeros de la UCA, masacrados en circunstancias que aún no han sido aclaradas del todo con el correr de los años.
Sin embargo, el esclarecimiento de este acontecimiento histórico de la guerra en El Salvador parece que se acerca a su fin. La semana pasada, el Departamento de Estado de los Estados Unidos firmó la orden que permitió la extradición del ex coronel y ex viceministro de Defensa de El Salvador, Inocente Orlando Montano, requerido por España para ser juzgado por el asesinato de Ellacuría, sacerdote de origen vasco.
El Tribunal Supremo de EE. UU. había rechazado el recurso de defensa de Montano, que consideraba que la extradición del ex militar podría “resultar en la muerte” de su cliente, quien padece de cáncer a la edad de 74 años.
Inocente Montano está acusado de participar el día anterior de la matanza en una reunión con 17 coroneles de la famosa Tandona, para planificar la muerte de los sacerdotes jesuitas.
Uno de sus subordinados, el coronel René Emilio Ponce, ordenó al coronel Guillermo Benavides utilizar al temido batallón elite Atlacatl para cometer el crimen.
Los Jesuitas de la UCA, dirigidos Ellacuría, trabajaban por una salida dialogada al conflicto armado que el régimen militar enfrentaba con la guerrilla del FMLN.
La propuesta se veía obstaculizada por sectores derechistas del país, que realizaban una campaña para descalificarlos. Ellacuría sabia del riesgo que corría. Temía a la tradicional respuesta de los escuadrones de la muerte creados por el ex mayor Roberto D’Aubuisson, fundador del partido ARENA. Pero los jesuitas seguían contribuyendo al pueblo salvadoreño, defendiendo la negociación y la paz en plena guerra.
Los asesinos, miembros del batallón Atlacatl, atribuyeron el crimen a la guerrilla pintando en una pared que “El FMLN hizo este ajusticiamiento. Vencer o morir”. Sin embargo, muy pronto empezó a conocerse la verdad a través de investigaciones del FBI y del Scotland Yard, que sindicaron a los militares en esas muertes brutales, acusación confirmada por la CIA.
Otros ex coroneles que deberán comparecer ante la justicia española son Rafael Humberto Larios, Juan Rafael Bustillo, Juan Orlando Zepeda y Francisco Elena Fuentes.
En la homilía participativa para rescatar la memoria histórica, el sacerdote jesuita Robert Foliot exhortó a los asistentes “a seguir el ejemplo de esos mártires, que tuvieron la oportunidad de irse, pero se quedaron por compromiso con el Evangelio”.