En un acto simbólico, el Rey de Inglaterra leyó el Discurso del Trono en el Parlamento Federal

Canadian Prime Minister Mark Carney listens as King Charles III delivers the Speech from the Throne on the Senate floor during the State Opening of the Parliament of Canada, in the Senate Chamber at the Senate of Canada Building, Ottawa, as part of the royal two-day visit to Canada. Picture date: Tuesday May 27, 2025.

Una encuesta revela que el 83% de los canadienses afirma no importarle que el rey Carlos III pronunciara el discurso de investidura

POR OSCAR VIGIL / TORONTO /

El Discurso del Trono inaugura cada nueva sesión del Parlamento, presenta la dirección y los objetivos del gobierno y describe cómo trabajará para alcanzarlos. El Senado y la Cámara de los Comunes no pueden realizar actos públicos hasta que el Jefe de Estado de Canadá o su representante lean el Discurso. Así, se podría decir que es un evento partidario ya que proyecta los objetivos del gobierno, sin embargo, el evento de esta semana fue diferente.

Dadas las amenazas de Donald Trump de anexar a Canadá como el estado numero 51 de los Estados Unidos, y la imposición de aranceles, el de esta semana fue a todas luces un evento lleno de simbolismo y de patriotismo.

Tradicionalmente es el Gobernador General quien lee el Discurso en nombre del Soberano, Jefe de Estado de Canadá. En 1957 y 1977, la Reina estuvo en Canadá y leyó el Discurso ella misma, y este año, para inaugurar la 45ª sesión del Parlamento canadiense, fue el rey Carlos III quien participó en la Apertura de Estado del Parlamento y pronunció el Discurso. Se denomina Discurso del Trono porque el Gobernador General lo lee desde su asiento -o trono- en la Cámara del Senado, reservado para el Monarca o su representante en Canadá.

Hay que recordar que el Rey es el jefe de Estado de Canadá y de otros 13 “reinos” de la Commonwealth, como Australia, Nueva Zelanda y varios estados del Caribe, además del Reino Unido.

Pero la importancia del Discurso del Trono de esta semana no estuvo tanto en el contenido de este, sino más bien en las formas y las palabras previas del rey. Lo leyó en una visita de estado que aunque corta marcó el apoyo “del reino” a Canadá como una nación libre e independiente. Y los canadienses que participaron y se acercaron a los sitios en los que estuvo el Rey con su delegación, desbordaron entusiasmo y patriotismo.

El Rey, al lado del primer ministro Mark Carney, se dio un baño de masas en Ottawa, saludó a la gente y en su discurso dijo varias frases que desataron aplausos y gritos de Viva el Rey”

En un momento memorable, el Rey, que es el representante moderno de la Corona británica bajo cuya autoridad se colonizó esta tierra, reconoció que el Senado canadiense, en el que se encontraba, se encuentra en el “territorio no cedido” del pueblo algonquino Anishinaabeg.

Afirmó que Canadá ha repatriado su Constitución del Reino Unido, “logrando la plena independencia y experimentando un inmenso crecimiento”, en referencia a la creación de la Carta y la Constitución en 1982.

“Canadá ha abrazado sus raíces británicas, francesas e indígenas, y se ha convertido en un país audaz, ambicioso e innovador, bilingüe, verdaderamente multicultural y comprometido con la reconciliación”, declaró el Rey, en una ceremonia llena de pompa, aunque boicoteada por los diputados separatistas antimonárquicos del Bloque Quebequense.

Ya al momento de leer el Discurso del Trono del gobierno federal, reafirmó la soberanía de Canadá y prometió la “mayor transformación de la economía canadiense desde la Segunda Guerra Mundial”.

El Discurso del Trono fue redactado por la oficina del primer ministro Mark Carney en consulta con la oficina del rey, y abordó las promesas electorales del Partido Liberal, como una reducción de impuestos para la clase media, el fin de las barreras comerciales interprovinciales y la rápida aprobación de grandes proyectos de infraestructura.

El Discurso del Trono abordó directamente la agenda económica “América Primero” del presidente Trump y la amenaza de aranceles punitivos que han inquietado a los canadienses.

Como jefe de Estado de Canadá, el Rey Carlos afirmó la soberanía del país, que había sido cuestionada por el presidente estadounidense, y ofreció promesas de un futuro mejor, menos dependiente de Estados Unidos.

“Siempre he sentido una gran admiración por la identidad única de Canadá, reconocida en todo el mundo”, declaró el Rey Carlos, señalando que era su vigésima visita a Canadá.

“Como nos recuerda el himno: ¡El verdadero Norte es verdaderamente fuerte y libre!”, apuntó el Rey.

Si bien la invitación del primer ministro Mark Carney al rey Carlos III para leer el discurso de investidura en la apertura del 45º parlamento canadiense pudo haber tenido la intención política de dejar al presidente estadounidense Donald Trump atónito, los propios canadienses apenas levantaron una ceja ante la visita.

Una encuesta de opinión pública del Angus Reid Institute, una organización sin fines de lucro, dio a conocer que un impresionante 83% de los canadienses se mostró indiferente ante la histórica visita del monarca.

Sin embargo, este desinterés podría representar una buena noticia para la monarquía. Si bien Carlos es, constitucionalmente, el Rey de Canadá, los canadienses tienen más del triple de probabilidades de considerarlo únicamente como un monarca británico. Desde esta perspectiva, hay un escaso aumento en el número de canadienses que afirman que Canadá debería continuar como una monarquía para las generaciones venideras, en comparación con quienes opinaron lo mismo hace dos años (27 % frente a 30 %), podría ser considerado por los monárquicos como una victoria. Además, las opiniones desfavorables sobre el rey han disminuido cinco puntos desde 2023, aunque esta opinión aún supera a la favorable (29 % favorable, 43 % desfavorable).

A pesar de la apatía, el número de canadienses que considera el discurso de Carlos al trono como algo positivo (37 %) supera a quienes lo consideran negativo (23 %).

Dicho esto, una interpretación de “statu quo” o “no peor” contradice una interpretación descarnada sobre el futuro de la monarquía en Canadá. En ninguna región, más del 37 % de los encuestados apoyan su supervivencia a largo plazo. En Quebec, ese porcentaje se sitúa en tan solo el 14 %. Entre las jóvenes canadienses, la cifra se reduce a tan solo una de cada cuatro (26 %).